Uno de los temas que más resuena hoy en día es la guerra bacteriológica, y la guerra biológica, estos temas los considerábamos solo cosas posibles en las películas y en los videojuegos a los que le dedicamos tantas horas, pero hoy en día se cree que esto es una posibilidad.
¿Cuáles son las armas que se usan en una guerra bacteriológicas?
También conocidas como armas biológicas, o bioarmas, estas comprendidas por todas aquellos patógenos como virus, microorganismos o bacterias que puedan causar enfermedades y pueden ser usados como armas de guerra.
La industria armamentista es una de las más grandes que hay y cada vez tiene mejores avances tecnológicos. Es por eso que se habla de nuevas armas y de nuevas formas de llevar a cabo un combate mucho más a menudo, debido a las innovaciones que regularmente son presentadas por este sector.
¿Cuál es el objetivo de la creación de armas biológicas?
Son muchos los objetivos que tienen estas armas, entre los que podemos decir que se incluye el matar, incapacitar o impedir seriamente a un individuo, por individuo se puede hablar de una ciudad o un territorio entero. Esta es una técnica de guerra que puede ser empleada por cualquier estado o nación, en caso de ser usada de manera clandestina se le denomina como bioterrorismo.
Historia de la guerra bacteriológica: Un recorrido por el uso de las armas bacteriológicas
Son muchas las teorías que están rodeando al SARS-CoV-2, el causante del COVID-19, una de las favoritas del público y algunos medios, es que estamos frente a un arma biológica salida de un laboratorio, y que esta fue lanzada por Estados Unidos o China; cosa que contradice la comunidad científica, quien explica que el origen del coronavirus solo puede ser natural.
El tema de las armas biológicas vuelve a sonar gracias a la pandemia que se está viviendo en los últimos días, y como antes mencionamos sabemos que las armas biológicas son todos aquellos seres vivos, bacterias o productos tóxicos, usados con el fin de producir la muerte. A través de la historia hemos sido testigos de múltiples experimentos realizados con estas armas, esto debido al bajo costo de su producción y al alto nivel destructivo que poseen ante objetivos civiles y militares.
Un ejemplo del uso de estas armas pudo provocar la llegada de la peste negra a Europa Medieval, ya que se cree que cuando en 1346 los cadáveres de los mongoles, que habían perecido contaminados con la peste negra, pertenecientes a la “horda dorada” fueron lanzados con catapultas sobre los techos de lo que hoy es Feodosia, Crimea, habiendo producido un gran número de bajas.
Hoy son muchas las convenciones internacionales, como la ONU que están al tanto de la capacidad y fácil destrucción por parte de estas armas, por lo que se han encargado de crear medios de regulación para evitar el uso y la proliferación de estás.
Algunas de las Pestes históricas que pueden darnos una idea del alcance que podría tener un ataque en una guerra biológica
Tuvimos que esperar hasta 1665 para observar los primeros microrganismos, por parte de Antonie van Leeuwenhoek, y hasta siglos después no fue que se sentó las bases de lo que hoy se conoce como microbiología, de la mano de Louis Pasteur. En el siglo XIX, el médico alemán Robert Koch pudo establecer la relación causa y efecto entre infección y microorganismo.
Sin embargo la tardanza de estos conocimientos no impidió a los humanos poder aprender sobre los efectos que tienen las enfermedades infecciosas, que se conocían como pestes. En las que resaltan, la peste de Atenas (430 a.C), la peste de Siracusa (396 a.C), luego la peste amarilla en 550 d.C y la peste negra en 1347- 1352 d.C. esto se encargó de mostrarle a nuestros antepasados lo frágil que puede ser la civilización ante problemas de este estilo, pero algo que también aprendieron es a emplearlas como agente bélicos invisibles.
En la actualidad son muchos los científicos que se han dedicado a revivir parte de estos virus del pasado, y con el paso del tiempo esta será una tarea más fácil de llevar a cabo. En el 2005 se vio más de cerca la posibilidad de revivir estos virus, cuando un grupo de biólogos lograron resucitar el virus de la gripe española de 1918.